La semana ha tenido de nuevo un intento de escape al alza con el futuro del S&P tocando máximos anuales en 1.426 puntos, lo que supone un avance de más del 10% desde los niveles de principios de junio, acercándose el principal indicador global al máximo de todos los tiempos, que son los 1.562 puntos de octubre de 2007. Pero el intento ha resultado nuevamente fallido.
Al final, el resultado es una caída de un 3,3% en el Ibex 35, del 1,5% en el Eurostoxx, del 1% en el Dax , y recortes inferiores al 1% en el S&P y en el Dow . El Nikkei perdió un 1% en la semana y el Shanghai Composite, afectado por la ya mencionada debilidad que muestran los datos de su economía, ha caído por debajo de los 2.100 puntos.
Al parecer los inversores, enfrentados al dilema que comentábamos la semana pasada, entre invertir con riesgo o seguir refugiados en posiciones de cautela, han preferido optar por la prudencia, a la espera de mayor visibilidad cuando termine la tregua de agosto.
Esa mayor visibilidad puede venir con la importantísima reunión anual de Jackson Hole del último fin de semana de agosto, reunión en la que el pasado año Christine Lagarde, directora del FMI, abrió la caja de los truenos al decir que los Bancos europeos necesitaban incrementar capital en al menos 200.000 millones de dólares. Entonces se la criticó mucho, pero lo cierto es que tenía razón y que ya en un solo año la banca europea ha incrementado sus niveles de capital en unos 100.000 millones de euros. Este año se espera con verdadero interés el discurso de Bernanke el viernes a las 10:00 hora americana.
En estas Bolsas carentes de dirección sólida, lo único que mueve a los inversores son los estímulos monetarios de los Bancos Centrales. Un ejemplo claro lo tenemos en el final de la sesión del pasado viernes, cuando las Bolsas se dispararon en la última media hora por la filtración de una carta de Bernanke en la que parecía mostrarse favorable a una política monetaria más laxa, unida a los rumores de que el BCE podía estudiar intervenir para mantener ciertas bandas o niveles de tipos de interés. Todo un indicador de la profundidad que hoy en día tienen los movimientos de las Bolsas en un entorno de bajísimo volumen, dominado además por la completa ligereza en el análisis.
La atención se va a desplazar, por tanto, al otro lado del Atlántico, con la cita de Jackson Hole. Hay mucha expectación pero, sin embargo, es raro que el discurso de Bernanke y, en general, el conjunto de las intervenciones del próximo fin de semana en Jackson Hole, puedan ofrecer sorpresas. Los Bancos Centrales ya han dicho varias veces, y de forma muy clara en el Informe del Banco de Basilea del pasado junio, que ahora son los Gobiernos los que deben actuar y que no se puede pedir a los Bancos Centrales más de lo que pueden dar. Pero es verdad que, una vez dicho eso, la experiencia muestra que si finalmente las cosas se ponen muy feas, los Bancos Centrales saldrán al quite para evitar lo peor. Ese es el modelo por el que se ha optado, en el que cabe esperar "más de lo mismo" y eso es probablemente lo que deberíamos esperar de Jackson Hole, más de lo mismo.
Lo que sucede es que con el S&P por encima de 1.400 puntos es difícil que Bernanke sienta la presión necesaria para "estimular" aun más, aunque sea verbalmente, sobre todo con los riesgos de posicionamiento político que ello conllevaría ante la proximidad de las elecciones norteamericanas.
Si pasamos a este lado del Atlántico, en la eurozona también vemos "más de lo mismo". El tema de Grecia, de su salida o su permanencia en la moneda única, y de las consecuencias de una eventual salida, sigue estando ahí. De nuevo esta semana pasada hemos visto declaraciones de Merkel favorables a la permanencia, pero a la vez declaraciones duras de Schauble negando a Grecia la más mínima flexibilidad y obligándola a hacer los ajustes de forma inmediata, bien es verdad que tras haber perdido ya Grecia muchísimo tiempo. La incertidumbre sobre qué dirá el Tribunal Constitucional alemán el próximo 12 de septiembre cuando decida sobre los acuerdos del Mecanismo de Estabilidad también empieza a pesar en el ambiente, como lo ha hecho en ocasiones anteriores similares.
El 6 de septiembre se reúne el BCE y ahí Draghi deberá mostrar sus cartas, o no mostrarlas y reconocer que sus proféticas palabras en Londres solo demuestran que maneja bien el lenguaje político, pero que, evidentemente, no ha descubierto la piedra filosofal que haga que, parafraseando la irónica frase de Carmen Reinhard y Kenneth Rogoff, esta vez sea "diferente".
En definitiva, ha pasado agosto y las cosas están más o menos como estaban al comenzar el verano, es decir igual de bien o igual de mal, según cada uno quiera verlo.
Las Bolsas parecen estar descontando un anuncio de nuevas inyecciones monetarias (QE) como lo muestra el hecho de que el futuro del S&P esté por encima de los 1.400 puntos y que el dólar esta semana haya marcado mínimos de las últimas semanas respecto al euro, dando lugar a un paralelo "rally" del oro. Pero a nuestro juicio no está tan claro que ni a uno ni a otro lado del Atlántico vayamos a ver de forma inmediata una acción de apoyo de los Bancos Centrales.
Preferiríamos esperar a que el futuro del S&P realmente rompa al alza los 1.400 puntos para tomar posiciones. A la espera de Jackson Hole pensamos que estos días serán más bien tranquilos, cerrando así este agosto de baja intensidad.
Juan Carlos Ureta Domingo
Presidente de Renta 4 Banco
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