Ocho meses después de que Draghi pronunciase en Londres sus famosas palabras, que dieron la señal de salida al
BCE y a otros Bancos Centrales para saltar un
escalón más en sus políticas monetarias no convencionales, dando lugar a un
rally simultáneo de las Bolsas y de los
bonos, que prácticamente ha durado desde agosto hasta hoy, el
problema de un pequeño país, Chipre, está poniendo a prueba ese
modelo de actuación "ilimitada" de los Bancos
Centrales.
Esto, que es bastante obvio en el caso del BCE, puede extenderse a los demás Bancos Centrales, poniendo
en cuestión su capacidad para conseguir una reactivación sostenida de la
economía global si no se realizan cambios muy de fondo en la
economía y en los sistemas financieros, y si
no se reduce de forma decidida la enorme deuda acumulada en
varias economías y varios sistemas bancarios
de occidente. Deuda que está en la raíz de todas las turbulencias de los últimos
años, es decir, de la turbulencia griega, de la italiana y española, de la
actual de Chipre, y de todas las demás. Y por supuesto también en la raíz de
todos los problemas del sistema bancario.
La semana pasada decíamos que
la FED probablemente persistiría en su búsqueda de una
estabilidad total en los mercados financieros. Efectivamente
así fue. En su comunicado del miércoles, tras la reunión de dos días, la FED
buscó de forma clara trasladar un mensaje de continuidad, de estabilidad, de
calma completa. Y en términos de estabilidad de las Bolsas y de
los mercados financieros, de nuevo consiguió su propósito. El S&P
500 cerró la semana por encima de los 1.550 puntos, el Dow
Jones cerró por encima de los 14.500 puntos y el índice de volatilidad
del S&P, el Vix, cerró de nuevo por debajo de 15, cuando hace un año por
estas fechas se movía cerca de los 30 puntos.
Sin embargo, como decíamos,
ese deseo de estabilidad es muy superficial, y está
permanentemente amenazado por los problemas y los desequilibrios de fondo, que
no se ven, pero que siguen ahí. Chipre nos ha recordado de pronto todo esto, y,
aunque el tamaño del problema es menor, su simbolismo es grande, porque vuelve a
poner sobre la mesa las dudas sobre la supervivencia del euro
en su diseño actual, dudas que habían salido de la escena tras las promesas de
Draghi.
El BCE ha avisado estos días de que no puede prestar dinero a
Bancos insolventes, dejando así claro, aunque sea obvio, que su
labor es solucionar problemas de liquidez, pero no garantizar situaciones de
insolvencia. Esto ya era patente, aunque entonces no se quiso ver, cuando el BCE
anunció el pasado 6 de septiembre de 2012 sus famosas operaciones
OMT (outright monetary transactions) ya que el
BCE supeditó el mecanismo de compras en mercados secundarios de deuda
soberana a que el país ayudado por esas compras se sujetase a una
"condicionalidad" macroeconómica que asegurase su solvencia
como país.
Era ya entonces obvio que el calificativo de "ilimitado" que
en varias ocasiones han utilizado diversos banqueros centrales para enfatizar su
enorme capacidad de inyectar dinero a la economía (ya que les
basta simplemente con aumentar su pasivo, que ellos mismos
crean) no era del todo cierto. Es decir, los Bancos Centrales también tienen sus
límites, sus luces rojas. Y esas luces rojas han asomado la semana pasada con
motivo del caso de Chipre, al recordar el BCE, como decíamos, que no prestará
dinero, ni siquiera bajo la formula de la llamada liquidez de emergencia, a los
Bancos chipriotas si estos no muestran un plan que garantice su
solvencia.
Esta semana vamos a ver la evolución del caso
de Chipre, y si tuviésemos que apostar por algo, apostaríamos por una nueva
solución "in extremis" del problema, cuando ya se esté casi al
borde del precipicio, siguiendo el guión al que ya nos tienen acostumbrados los
políticos europeos. Pero, aunque finalmente se llegue a una
solución en Chipre, sería un error pensar que con eso se arreglan los problemas,
al igual que fue un error, en verano de 2010, pensar que con el rescate
griego se arreglaban los problemas, o en noviembre de 2011 pensar que
con el LTRO se terminaban las cuitas del euro.
Lo que
Chipre nos recuerda, y por tanto lo que hay que saber, es que los
problemas de fondo siguen ahí, aunque estén disfrazados por la
actuación de los Bancos Centrales, y que esos problemas de fondo darán lugar a
turbulencias recurrentes mientras no se arreglen, pese a la
promesa de estabilidad implícita en las declaraciones de los Bancos
Centrales.
Si nos fijamos en lo que ha pasado en las Bolsas la semana
pasada, vemos que las plazas europeas han bajado en la semana, mientras la
americanas o las asiáticas se han mantenido. A ello han contribuido algunos
buenos datos de la economía norteamericana, sobre todo en el sector
inmobiliario, que parece haber pasado ya lo peor, y también algunos
malos datos en la zona euro, como las malas cifras de la encuesta
IFO. Pero sobre todo ha pesado el tema de Chipre, que ha tenido
un impacto fortísimo en el sector bancario, con caídas semanales como las del
8,5% de Société Générale e ING, las del 6% de
Unicredit, BBVA y Santander,
o la del 5% de Deutsche Bank.
Desde el uno de enero
vemos como el Nikkei
sube un 18,7%, el Dow Jones
un 10,7%, el S&P
500 un 9%, pero sin embargo el Dax solo un 4%, el Eurostoxx 50 un 1,7% y el
Ibex 35 un 2%. Es un flujo de los problemas estructurales de
la zona euro, problemas mucho más difíciles de resolver que los de la economía
norteamericana o que los de Japón, dada la enorme complejidad política
europea.
Pero, siendo verdad lo anterior, no debemos olvidar que el
problema de la deuda excesiva, que es el origen de todos los males, sigue sin
haberse solucionado ni en Estados Unidos ni en
Japón, por lo tanto no es un problema exclusivo de la
zona euro.
En definitiva, si hemos de apostar por algo,
apostaríamos, basándonos en los numerosos precedentes y en la ya casi enfermiza
forma de resolver las crisis de los líderes europeos, por una solución
"in extremis" en Chipre, que permita un fin de marzo y un fin de
trimestre relativamente tranquilos, en una semana semifestiva.
Pensar que
eso supone el fin de las turbulencias sería nuevamente engañoso. La lección que
debemos extraer de la crisis de Chipre es que la confianza ciega, la total
complacencia que están mostrando los inversores de todo el mundo en la capacidad
de los Bancos Centrales, probablemente se demuestre con el tiempo como un nuevo
episodio de voluntarismo, de "wishful thinking". Un ejercicio
que en un primer momento es muy agradable, porque permite olvidar los problemas,
pero que a la larga puede generar bastantes frustraciones.
En este
sentido, de cara al nuevo trimestre, mantendríamos nuestra recomendación de
cubrir al menos parcialmente los riesgos de
las carteras, aprovechando que la baja
volatilidad abarata el precio de las opciones
put.
Presidente de Renta 4 Banco
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