lunes, 25 de marzo de 2013

Chipre y el modelo 'whatever it takes'


Ocho meses después de que Draghi pronunciase en Londres sus famosas palabras, que dieron la señal de salida al BCE y a otros Bancos Centrales para saltar un escalón más en sus políticas monetarias no convencionales, dando lugar a un rally simultáneo de las Bolsas y de los bonos, que prácticamente ha durado desde agosto hasta hoy, el problema de un pequeño país, Chipre, está poniendo a prueba ese modelo de actuación "ilimitada" de los Bancos Centrales.

Esto, que es bastante obvio en el caso del BCE, puede extenderse a los demás Bancos Centrales, poniendo en cuestión su capacidad para conseguir una reactivación sostenida de la economía global si no se realizan cambios muy de fondo en la economía y en los sistemas financieros, y si no se reduce de forma decidida la enorme deuda acumulada en varias economías y varios sistemas bancarios de occidente. Deuda que está en la raíz de todas las turbulencias de los últimos años, es decir, de la turbulencia griega, de la italiana y española, de la actual de Chipre, y de todas las demás. Y por supuesto también en la raíz de todos los problemas del sistema bancario.

La semana pasada decíamos que la FED probablemente persistiría en su búsqueda de una estabilidad total en los mercados financieros. Efectivamente así fue. En su comunicado del miércoles, tras la reunión de dos días, la FED buscó de forma clara trasladar un mensaje de continuidad, de estabilidad, de calma completa. Y en términos de estabilidad de las Bolsas y de los mercados financieros, de nuevo consiguió su propósito. El S&P 500 cerró la semana por encima de los 1.550 puntos, el Dow Jones cerró por encima de los 14.500 puntos y el índice de volatilidad del S&P, el Vix, cerró de nuevo por debajo de 15, cuando hace un año por estas fechas se movía cerca de los 30 puntos.

Sin embargo, como decíamos, ese deseo de estabilidad es muy superficial, y está permanentemente amenazado por los problemas y los desequilibrios de fondo, que no se ven, pero que siguen ahí. Chipre nos ha recordado de pronto todo esto, y, aunque el tamaño del problema es menor, su simbolismo es grande, porque vuelve a poner sobre la mesa las dudas sobre la supervivencia del euro en su diseño actual, dudas que habían salido de la escena tras las promesas de Draghi.

El BCE ha avisado estos días de que no puede prestar dinero a Bancos insolventes, dejando así claro, aunque sea obvio, que su labor es solucionar problemas de liquidez, pero no garantizar situaciones de insolvencia. Esto ya era patente, aunque entonces no se quiso ver, cuando el BCE anunció el pasado 6 de septiembre de 2012 sus famosas operaciones OMT (outright monetary transactions) ya que el BCE supeditó el mecanismo de compras en mercados secundarios de deuda soberana a que el país ayudado por esas compras se sujetase a una "condicionalidad" macroeconómica que asegurase su solvencia como país.

Era ya entonces obvio que el calificativo de "ilimitado" que en varias ocasiones han utilizado diversos banqueros centrales para enfatizar su enorme capacidad de inyectar dinero a la economía (ya que les basta simplemente con aumentar su pasivo, que ellos mismos crean) no era del todo cierto. Es decir, los Bancos Centrales también tienen sus límites, sus luces rojas. Y esas luces rojas han asomado la semana pasada con motivo del caso de Chipre, al recordar el BCE, como decíamos, que no prestará dinero, ni siquiera bajo la formula de la llamada liquidez de emergencia, a los Bancos chipriotas si estos no muestran un plan que garantice su solvencia.

Esta semana vamos a ver la evolución del caso de Chipre, y si tuviésemos que apostar por algo, apostaríamos por una nueva solución "in extremis" del problema, cuando ya se esté casi al borde del precipicio, siguiendo el guión al que ya nos tienen acostumbrados los políticos europeos. Pero, aunque finalmente se llegue a una solución en Chipre, sería un error pensar que con eso se arreglan los problemas, al igual que fue un error, en verano de 2010, pensar que con el rescate griego se arreglaban los problemas, o en noviembre de 2011 pensar que con el LTRO se terminaban las cuitas del euro.

Lo que Chipre nos recuerda, y por tanto lo que hay que saber, es que los problemas de fondo siguen ahí, aunque estén disfrazados por la actuación de los Bancos Centrales, y que esos problemas de fondo darán lugar a turbulencias recurrentes mientras no se arreglen, pese a la promesa de estabilidad implícita en las declaraciones de los Bancos Centrales.

Si nos fijamos en lo que ha pasado en las Bolsas la semana pasada, vemos que las plazas europeas han bajado en la semana, mientras la americanas o las asiáticas se han mantenido. A ello han contribuido algunos buenos datos de la economía norteamericana, sobre todo en el sector inmobiliario, que parece haber pasado ya lo peor, y también algunos malos datos en la zona euro, como las malas cifras de la encuesta IFO. Pero sobre todo ha pesado el tema de Chipre, que ha tenido un impacto fortísimo en el sector bancario, con caídas semanales como las del 8,5% de Société Générale e ING, las del 6% de Unicredit, BBVA y Santander, o la del 5% de Deutsche Bank.

Desde el uno de enero vemos como el Nikkei sube un 18,7%, el Dow Jones un 10,7%, el S&P 500 un 9%, pero sin embargo el Dax solo un 4%, el Eurostoxx 50 un 1,7% y el Ibex 35 un 2%. Es un flujo de los problemas estructurales de la zona euro, problemas mucho más difíciles de resolver que los de la economía norteamericana o que los de Japón, dada la enorme complejidad política europea.

Pero, siendo verdad lo anterior, no debemos olvidar que el problema de la deuda excesiva, que es el origen de todos los males, sigue sin haberse solucionado ni en Estados Unidos ni en Japón, por lo tanto no es un problema exclusivo de la zona euro.

En definitiva, si hemos de apostar por algo, apostaríamos, basándonos en los numerosos precedentes y en la ya casi enfermiza forma de resolver las crisis de los líderes europeos, por una solución "in extremis" en Chipre, que permita un fin de marzo y un fin de trimestre relativamente tranquilos, en una semana semifestiva.

Pensar que eso supone el fin de las turbulencias sería nuevamente engañoso. La lección que debemos extraer de la crisis de Chipre es que la confianza ciega, la total complacencia que están mostrando los inversores de todo el mundo en la capacidad de los Bancos Centrales, probablemente se demuestre con el tiempo como un nuevo episodio de voluntarismo, de "wishful thinking". Un ejercicio que en un primer momento es muy agradable, porque permite olvidar los problemas, pero que a la larga puede generar bastantes frustraciones.

En este sentido, de cara al nuevo trimestre, mantendríamos nuestra recomendación de cubrir al menos parcialmente los riesgos de las carteras, aprovechando que la baja volatilidad abarata el precio de las opciones put


Presidente de Renta 4 Banco 

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