Un elevado endeudamiento de la economía lastra
el crecimiento futuro. El nivel de deuda
pública en los países de la Eurozona se sitúa en el
95% del PIB, pese a que el porcentaje máximo admitido en los
criterios de convergencia aplicados en el examen de incorporación al
euro era el 60%. La deuda todavía seguirá creciendo en los
próximos años debido a la persistencia de los déficits
públicos.
Sin crecimiento económico
difícilmente se podrá pagar la deuda en su totalidad. A su vez, para volver a
crecer a tasas superiores a las actuales es imprescindible reducir el nivel de
deuda. Ningún país se plantea de forma voluntaria una
reestructuración de su deuda pública mediante
quitas por las consecuencias que ello tendría: crisis
bancaria; contagio a otros países; y pérdida del acceso a los
mercados de financiación durante años. Pese a ello, cada vez es
más evidente la necesidad, en primer lugar, de frenar el crecimiento de la deuda
y, en segundo término, de implementar medidas que permitan reducir sensiblemente
los ratios actuales de endeudamiento. De no ser así, el
crecimiento económico seguirá siendo reducido por muchos años enquistando el
paro en tasas insoportables.
La intervención del BCE ha
sido y será fundamental en la gestión de la deuda pública de la Eurozona. Los
distintos países del euro, entre ellos España, ya habrían
tenido serios problemas en la colocación de sus bonos si no
fuera por las facilidades de financiación del Banco
Central Europeo a los bancos para que estos, a su vez, adquirieran la
deuda soberana de sus respectivos países. Recordemos las declaraciones del
Sr. Barroso tras el anuncio del BCE de la barra libre de
liquidez en noviembre de 2011: "los bancos ya no tienen excusa para no
adquirir los bonos soberanos de sus respectivos países".
El BCE ya
llevó a cabo una reestructuración de deuda mediante el aplazamiento del
vencimiento y la reducción de carga de interés
sin ocasionar demasiado ruido, ni tensiones en los mercados financieros, ni
contagio. La reestructuración de parte de la deuda pública irlandesa
mediante la permuta de una deuda a menos de 10 años por otra a 32 años (de
media) a un tipo de interés sensiblemente inferior, pasó
desapercibida para la opinión pública y para los mercados
financieros.
Ahora, algunos medios internacionales anticipan la
posibilidad de un nuevo rescate a Grecia por
importe estimado de 10.000 millones de euros realizando simultáneamente un canje
de deuda en circulación por otra de vencimiento hasta 50 años y un tipo de
interés sensiblemente inferior. En la actualidad más del 75% de la deuda helena
está en manos de agentes oficiales (BCE, FMI,
EFSF, préstamos bilaterales de la UE), y el
resto en manos de bancos griegos. De nuevo, supondría una reestructuración de la
deuda pero sin quitas. Su impacto sobre los mercados financieros sería
ínfimo.
Pese a una quita de más del 75% del nominal a
los inversores privados en deuda soberana helena, por importe
cercano a 100 mil millones de euros en 2012, la deuda pública griega ya está
otra vez en los niveles previos a la reestructuración.
Siempre que se realiza una reestructuración de deuda, mediante quitas
o a través de alargamiento de plazos y reducción o supresión de
intereses, alguien tiene que soportar las
pérdidas inherentes a la operación. Hasta ahora, el BCE ha sido
quien ha soportado las pérdidas, sin generar ningún ruido. El mantenimiento de
los valores nominales de la deuda, mediante el canje por otros bonos de mismo
valor facial, pero mayor plazo ha ayudado a ello.
De la reestructuración
de deuda irlandesa del pasado año, y de la previsible reestructuración inminente
de la helena se pueden sacar diversas conclusiones:
- Para evitar efectos
adversos en los mercados financieros, en caso de canje de
activos, es necesario mantener el valor nominal de la
inversión.
- La intervención del BCE, utilizando su
balance, o financiando a alguna agencia oficial que adquiera la
deuda en circulación, es imprescindible. Es la única entidad con capacidad
suficiente para movilizar una ingente cantidad de recursos, y puede asumir
pérdidas incluso más allá de sus propios recursos propios.
Un reciente
informe elaborado por ICMB (International Center for Monetary And Banking Studies) propone
un plan para reestructurar toda la deuda de la Eurozona bajo las siguientes
premisas:
- Una entidad pública, bien BCE u otra entidad como el
MEDE, adquiriría bonos soberanos a su valor nominal, de forma
que los bonistas actuales no sufrirían pérdidas.
- Se
adquirirían bonos de todos los países miembros del euro en la misma proporción
de la participación de cada país en el capital del
BCE.
- La agencia tenedora de los bonos los canjearía por bonos
perpetuos de cada país con un tipo de interés cero.
- La agencia
que adquiriera los bonos se financiaría, bien en el mercado, bien a través del
BCE. Dicha agencia incurriría en pérdidas todos los años.
- Se
establecerían mecanismos penalizadores a los países que volvieran a incrementar
su nivel de deuda, obligando a retribuir la deuda perpetua
emitida inicialmente sin intereses.
El riesgo moral de este tipo de
reestructuraciones es evidente, pero el planteamiento de alternativas para
reducir el elevado nivel de deuda pública de la Eurozona será cada vez más
frecuente. De tomar cuerpo una solución como la propuesta en el informe
comentado, la prima de riesgo de los
periféricos todavía tendría capacidad de reducirse
significativamente desde los niveles actuales. La implementación de una fórmula
de reestructuración de la deuda de forma indolora y sin esfuerzo se antoja una
quimera. En cualquier caso, requeriría un compromiso real por parte de los
gobiernos de no volver a incrementar la deuda en el futuro. Vista la experiencia
de los últimos años es difícil no ser escéptico.
Director General de Renta 4 Banco
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