Lo acontecido en el mes de enero anticipa lo que se puede esperar de los
mercados financieros durante el 2014. En este primer mes del
año, se ha pasado de la complacencia más absoluta en las primeras tres semanas,
a una vuelta a los temores provocados por las turbulencias cambiarias con
epicentro en Argentina y onda expansiva en todos los
emergentes.
La corrección sufrida por las bolsas
occidentales pone de manifiesto que los riesgos a nivel global
no han desaparecido. Argentina ha servido de pretexto para que las bolsas
corrijan las últimas subidas. De hecho, en bolsas como la española sólo ha
servido para devolver el Ibex 35 a la casilla de salida de inicio del
año.
Argentina no tiene capacidad para generar por sí sola un terremoto
en los mercados financieros. Está proscrita en los mercados financieros
internacionales desde hace más de una década. Lo acontecido en la última semana
en el país sudamericano no es una sorpresa para nadie, pero provoca un
efecto contagio en el resto de emergentes, siendo los más
penalizados aquellos con mayor necesidad de financiación exterior
(Brasil, Turquía, India, Indonesia y
Sudáfrica).
Las autoridades de los países emergentes deben hacer
frente simultáneamente a una fuerte depreciación de sus
divisas, a cuantiosas salidas de capital, un
menor crecimiento y una inflación en aumento.
Cualquiera de las posibles medidas a adoptar por las autoridades de estos países
tiene efectos secundarios.
- Si suben los tipos de
interés, frenan la depreciación de las divisas, minoran la salida de
capitales, pero como contrapartida perjudican al crecimiento económico.
-
Si defienden el tipo de cambio de sus divisas interviniendo en
el mercado, sufren caídas de reservas internacionales que algunos países no se
pueden permitir, como Argentina.
- Si establecen controles de
capitales ahuyentan la inversión exterior.
- Si no
adoptan ninguna medida, la depreciación de la divisa provocaría
una segura fuga de capitales internacionales.
El foco de incertidumbre
macroeconómica se ha desplazado desde la periferia del euro a
los emergentes. Previsiblemente así seguirá durante meses. Dado que el
crecimiento de Europa, como en gran medida el de
EE.UU., depende de las exportaciones a los
emergentes, una prolongación en el tiempo de las turbulencias
en estos países llevaría, inevitablemente, a un menor crecimiento, lo que se
traduciría en menores exportaciones al resto del mundo y en menores
beneficios empresariales en las empresas europeas y
estadounidenses. De ser así, sin expectativas de crecimiento de beneficios,
difícilmente las bolsas subirían de forma sostenible desde los niveles
actuales.
Pese a las caídas de todas las bolsas europeas en la última
semana, como consecuencia de los renovados temores sobre los emergentes, los
tipos de interés de los bonos soberanos han permanecido muy
estables, consolidando las fuertes caídas de rentabilidad de las primeras
semanas del año. Así, el bono español a diez años comenzó el año en el 4,16% de
rentabilidad y actualmente, a pesar de las últimas
turbulencias, se sitúa en 3,69%. En el caso del bono portugués el recorte de
rentabilidad ha sido todavía más acentuado, situándose ahora en torno al 5%,
frente a 6,1% al inicio del ejercicio. La periferia del euro ha dejado de ser el
centro de preocupación de los inversores.
Las
turbulencias originadas en Argentina ponen de manifiesto que los riesgos no han
desaparecido. Los bajos tipos de interés que se pueden obtener de
depósitos y de la renta fija no son
justificación suficiente para invertir en renta
variable si no se está dispuesto a soportar los vaivenes
inherentes a la bolsa. Lo acontecido en el mes de enero es un preludio de lo que
se puede esperar de todo el ejercicio. Pese a las mejores expectativas de España
y Europa, los numerosos problemas sin resolver de la economía mundial garantizan
un año con sobresaltos.
Director General de Renta 4 Banco
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