"Un político piensa en las próximas elecciones, un estadista piensa en las
próximas generaciones" James Freeman Clarke
Cualquier diligente
padre de familia inculca a sus hijos la necesidad de realizar sacrificios y
esfuerzos en el corto plazo para lograr ciertas metas en el medio y largo plazo.
No acometer dichos sacrificios a tiempo suele tener consecuencias irreparables.
En las empresas y en la gestión de los asuntos públicos ocurre lo mismo, aunque
en muchos casos desgraciadamente la dictadura del corto plazo
se impone. Lo bueno a corto no necesariamente lo es a largo.
Una de las
primeras consecuencias del estallido de la crisis financiera en
EE.UU., fue el reproche generalizado a los bancos de
inversión por poner el foco en la consecución de
beneficios a corto plazo, asociados a elevadísimas
remuneraciones extraordinarias (bonus), frente a la obtención de beneficios a
largo plazo más estables. Dicho modo de actuar provocó la toma de posiciones muy
rentables en el corto pero muy arriesgadas a largo plazo.
Los
mercados financieros también exigen resultados en el corto
plazo, aunque dichos resultados inmediatos limiten la capacidad de
crecimiento futuro o incluso generan
burbujas. Los ejemplos son numerosos:
- Las actuales
políticas de expansión cuantitativas de los bancos centrales
son aplaudidas por los mercados financieros, sin reparar en sus posibles efectos
perniciosos a largo plazo.
- El mero anuncio de la FED de una futura normalización de la política
monetaria, para minimizar los nocivos efectos secundarios, se tradujo
en mayo y junio pasados en caídas generalizadas de los mercados
financieros.
- Menores tasas de crecimiento de la
economía, pero más sólidas, son consideradas como perjudiciales para las
cotizaciones.
En numerosas ocasiones, menor crecimiento en el corto plazo
pero más sólido, se traduce en un mayor crecimiento futuro. Esto es válido tanto
para empresas como para países:
- Si los bancos y cajas
no hubiesen incrementado el crédito en los años de boom en la
forma en que lo hicieron, no habrían sufrido tanto tras el estallido de la
burbuja inmobiliaria, y su situación actual sería más halagüeña.
- Forzar
artificialmente el crecimiento de la economía, sin bases sólidas, como se hizo
con los 12.000 millones de euros destinados al Plan E, sólo
sirve para crear una ficción de crecimiento durante unos meses, que se traduce
en más deuda y una merma del crecimiento futuro, sin que el
dinero gastado suponga un mayor crecimiento a medio plazo.
Actualmente
existe una gran preocupación por el menor crecimiento previsto de la economía
china. Pese a todo, un menor crecimiento de dicha economía, pero más sostenible,
es una magnífica noticia a medio plazo. Tal y como explica el FMI en un artículo, menor crecimiento de China ahora supondrá
mayor crecimiento en el futuro. Se pretende primar las reformas
estructurales frente a los estímulos de corto plazo para lograr un
crecimiento más sostenible.
Una economía que se basa en pedir prestado y
gastar podrá crecer, pero llegado un determinado momento la deuda se hará
insostenible, y las inversiones dejarán de ser suficientemente
productivas, aumentando el riesgo de seguir prestando a dicha
economía, poniendo en peligro el crecimiento futuro.
La exigencia de
resultados inmediatos desgraciadamente prima en muchas facetas de la vida
económica actual. La mayoría de los inversores exigen
resultados a corto plazo, condicionando las decisiones de aquellas compañías que
no son capaces de abstraerse de la presión del corto plazo. A su vez, la mayoría
de los responsables públicos se autolimitan su capacidad de actuación
condicionados por los resultados de las próximas
elecciones.
Afortunadamente al menos en China, ante la
falta de presión de unas próximas elecciones sí han decidido anteponer el
crecimiento a futuro en detrimento del corto plazo. Pese a ello, previsiblemente
los mercados financieros penalizarán el menor crecimiento chino, al menos en un
primer momento.
Director General de Renta 4 Banco
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