La actual situación de inflación cercana a cero, o incluso
negativa, supone un cambio radical para los inversores difícil
de asimilar. Una rentabilidad se considera elevada o baja
dependiendo del rendimiento nominal obtenido sin tener en
cuenta la inflación existente en cada momento. Un retorno del 1% con una
inflación de cero supone una mayor rentabilidad real que un retorno del 3,5% con
una inflación del 3%. La percepción generalizada de los inversores es justo la
contraria: de forma generalizada obvian el efecto de la inflación.
Los
últimos datos publicados muestran una inflación del 0,7% en el conjunto de la
Eurozona e inflación negativa del -0,1% en
España. Países como Portugal y
Grecia presentan inflación negativa. Cabe recordar que el
objetivo del Banco Central
Europeo no es inexistencia de inflación, sino que los precios se incrementen
anualmente en torno al 2%. Japón ha experimentado durante casi
dos décadas los problemas económicos asociados a un proceso
deflacionista de los precios o de inflación negativa. Con los
elevados niveles actuales de deuda de la economía, un cierto grado de inflación
ayuda a la sostenibilidad de la deuda. Una inflación del 2% al
año durante 10 años, reduce en un 20% la carga real de la deuda. Por el
contrario, la deflación incrementa el peso de la deuda cada año que pasa,
haciéndola menos sostenible. Adicionalmente, si existe inflación es posible que
el coste real de la deuda sea negativo, al ser inferior a la inflación. Por el
contrario, difícilmente será posible emitir con tipos
negativos, aunque países como Alemania o
Suiza lo hayan conseguido en el pasado cercano.
Desde el
principio de la actual crisis financiera los bancos
centrales hicieron frente a las presiones deflacionistas inyectando
cantidades ingentes de liquidez y reduciendo al mínimo los
tipos de interés. Un lustro después del inicio de la crisis,
dicha liquidez no se ha traducido en un incremento de los Índices de
Precios al Consumo. Por el contrario, es posible que estemos asistiendo
a una cierta inflación del precio de determinados activos,
sobre todo de renta
fija. Todo parece indicar que los tipos de interés seguirán
bajos durante un largo periodo de tiempo, por lo menos hasta que la inflación no
haga acto de presencia.
Este nuevo escenario de bajos tipos e inflación
cercana a cero es nuevo para los inversores. En el año 2007 la rentabilidad
nominal de las Letras del Tesoro a un año era del 4%, pero la inflación de
ese año fue del 4,1%. Por tanto, la rentabilidad real era negativa. Hoy el
rendimiento de las Letras al mismo plazo apenas alcanza el 0,7%, pero la
rentabilidad real después de inflación es prácticamente idéntica a la
rentabilidad nominal. Aunque económicamente no sea racional, la práctica
totalidad de los inversores prefieren la primera la situación de
2007.
La rentabilidad de las inversiones es algo palpable que se refleja en
el extracto bancario correspondiente. La inflación es un
indicador "intangible" calculado por un tercero cuyo efecto en cada
inversor es relativo: la inflación real soportada por un
inversor jubilado sin personas a su cargo no tiene nada que ver con la soportada
por una persona con hijos en edad escolar. Tras toda una vida con inflación,
será difícil convencer a los inversores de que lo relevante es la rentabilidad
real y no la nominal.
La rentabilidad del bono español a
dos años se sitúa actualmente en el menor nivel nominal desde 2005: 1,6%. Sin
embargo, la rentabilidad real descontada la inflación es la mayor de todo ese
periodo. Pocos inversores lo verán así.
Director General de Renta 4 Banco
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