Se acabó la época de tranquilidad, de bajadas de los tipos de la deuda
española y de reducción de la prima de riesgo. Ha
bastado que Bernanke recuerde que la inyección de 85 mil millones de
dólares al mes es una medida temporal, que dejará de tener sentido cuando se
logre que el paro se reduzca hasta el 6,5% en
EE.UU., para que los mercados financieros
mundiales entren en otro episodio de inestabilidad.
La intervención de
Draghi el pasado verano, prometiendo hacer todo lo necesario
para preservar el euro y la posterior aprobación en septiembre del programa
OMT de compra de deuda pública de hasta tres
años de vencimiento por cuantía ilimitada y periodo indefinido, provocó un
descenso muy acuciado de la percepción de riesgo y una entrada
de inversión extranjera en los bonos periféricos que ofrecían
una rentabilidad muy superior a la ofrecida por los bonos
alemanes o franceses.
La puesta en marcha de la agresiva política de
inyección de liquidez del Banco de Japón
generó una oleada adicional de compras generalizadas de bonos que situaron los
tipos de interés de la mayoría de la renta fija en
niveles mínimos de rentabilidad.
Ante la mejora significativa de los
mercados financieros, no faltaron los análisis complacientes de
las autoridades, otorgándose a sí mismos todo el mérito de la mejora en los
tipos de financiación y en la reducción de la prima de riesgo.
Lamentablemente, sin la presión de los mercados financieros, la urgencia y el
vigor reformista se diluyeron notablemente. El logro de una prórroga de dos años
para reducir el déficit por debajo del 3% se ha celebrado como
un gran logro, pero se olvida mencionar que como consecuencia de tal prórroga la
deuda pública alcanzará el 100% del PIB dentro de tres años.
Para entonces, cada subida de un punto en la financiación de nuestra deuda
pública supondrá 10 mil millones más de intereses al año.
Estas nuevas
turbulencias pueden tener cierto efecto positivo de volver a concienciar a las
autoridades de los distintos países con elevado nivel de deuda de que NO tienen
garantizada ni la reinversión permanente de los extranjeros en
su deuda pública, ni del incremento de las posiciones de dichos
inversores en la nueva deuda que se emita como consecuencia de
los persistentes déficit.
Si las actuales turbulencias continúan, los
tipos de los bonos suben y la prima vuelve a niveles superiores a los actuales,
volverán a oír voces acusando a los especuladores y a los
"mercados financieros" de la situación. Es hipócrita llamar
inversores a quien compra bonos del Tesoro al
4% en mayo, y denominar a las mismas entidades especuladores
cuando los venden.
Nadie sabe cuánto tiempo durará esta turbulencia, ni
la profundidad que tendrá. En septiembre pasado, el BCE logró calmar a los
mercados con la aprobación del programa OMT. Dicho programa de compra de
bonos soberanos de hasta tres años de vencimiento sólo se
pondrá en marcha previa solicitud del país interesado al fondo de
rescate europeo MEDE, y tras la firma de un
Memorando de Entendimiento con condiciones estrictas para el
Estado solicitante. El acuerdo debe ser refrendado por todos los países del euro
antes de que el BCE pueda realizar ninguna compra de bonos.
Hasta ahora
el programa OMT ha servido de escudo o de seguro frente a los movimientos
adversos de los mercados, sin ni siquiera tener que ponerse en marcha. Si la
volatilidad continúa, el BCE se verá obligado a utilizarlo. La
reacción en los mercados ante dicha eventualidad es una incógnita. Por un lado
podría frenar, una vez más, la subida de las rentabilidades.
Pero por otro lado, comenzarían a plantearse los interrogantes de que sucedería
si el país implicado no cumpliese a rajatabla las condiciones impuestas.
¿Vendería entonces el BCE los bonos comprados? ¿Seguiría comprando
más?
El actual momento de turbulencia no es ni será el último. En los
últimos años se han producido de forma recurrente episodios como el actual.
Hasta la fecha el BCE ha sido capaz de tomar medidas que
devolverían la tranquilidad temporal a los mercados: "barra libre de liquidez a
los bancos" (LTRO); préstamos de emergencia
(ELA); programa OMT; relajación de
garantías,...
Como dijo Draghi el verano pasado y ha repetido esta misma semana, hará
todo lo necesario para preservar el euro. Seguro que así es, pero los distintos
Estados tienen que hacer su parte. La presión de los mercados sirve como
recordatorio que todavía quedan muchas cosas por hacer. El BCE puede suministrar
calmantes muy eficaces, pero por sí solo no puede curar al enfermo.
Director General de Renta 4 Banco
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