El BCE es el único banco central que parece despreocuparse de
la cotización de su divisa, pese al daño que
la actual cotización del euro inflige a la economía europea. La
Eurozona en su conjunto y los principales países del área,
incluida Alemania, han tenido una demanda interna negativa en
2012 y se espera que también decrezca en 2013.
Ante un escenario de desapalancamiento del sector
privado, reducción de los balances bancarios, escasez
de crédito y una inevitable reducción del déficit público, no se puede esperar
que el crecimiento provenga de la demanda interna: es casi
imposible. La única forma de crecer en toda Europa es vía el
sector exterior. No se entiende que el BCE sea tan insensible a
la fortaleza del euro. La cotización del euro refleja la actual
disparidad de comportamiento de los distintos bancos centrales. Su fortaleza
poco o nada tiene que ver con la evolución de la economía europea en comparación
con Estados Unidos o Japón.
El
Banco de Japón está dispuesto a doblar el tamaño de su balance
con el objetivo de lograr una inflación del 2% en dos años. De momento ha
logrado que la cotización del yen se haya depreciado un 30% en
seis meses. Por su parte, la Reserva Federal no tiene visos de
cambiar su política de inyección monetaria continua a corto
plazo, evitando que el dólar se fortalezca. Sorprendentemente,
el balance del BCE no solo no ha aumentado en los dos primeros
meses del año sino que ha disminuido en 150 mil millones de euros.
Es
entendible que el BCE exija a los países del euro que reduzcan sus
déficits, aunque ello tenga un efecto negativo sobre el
crecimiento a corto plazo, pero al menos debería dar un respiro a las
economías europeas a través del sector exterior, evitando una
sobrevaloración del euro como la actual.
Una vez más el comportamiento
del BCE se ve tremendamente condicionado por la opinión oficial alemana. En una
conferencia el pasado noviembre del Sr. Juergen Donges, antiguo
asesor del gobierno alemán y reflejo del pensamiento oficial alemán, manifestó
que en las décadas pasadas Alemania siempre había aumentado sus
exportaciones pese a la revalorización constante del
marco alemán y posteriormente del euro, gracias a que sus
productos han sido siempre muy competitivos.
El resto de países del euro debería hacer lo mismo: crear productos competitivos
y no depender del tipo de cambio.
Dicho planteamiento, que el BCE parece
haber hecho suyo, puede ser aplicable a productos de alta gama
o de tecnología puntera y única, donde el precio es secundario,
pero difícilmente será aplicable a las exportaciones de productos como el
aceite de oliva o a servicios como el turismo,
donde la competencia es feroz y la sensibilidad al precio alta.
El BCE
tiene una magnífica ocasión el próximo jueves para lanzar mensajes al
mercado que permitan situar la cotización del euro en un nivel
más acorde con la realidad económica de la Eurozona. El único camino realista de
crecimiento de Europa en los próximos años es a través de las exportaciones.
Encarecer artificialmente las mismas con un tipo de cambio
sobrevalorado tiene poco sentido. Esperemos no llevarnos una decepción el
próximo jueves.
Director General de Renta
4 Banco
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